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Tres lecciones aprendidas de Borgen

Estoy seguro que el nombre de Frank Underwood os resulta familiar. O si no, como mínimo, os debe sonar House of Cards, uno de los éxitos de Netflix. Pero más allá de esta genial producción, los que nos apasiona la política estamos de enhorabuena. Y es que cada día hay mayor repertorio de series sobre política, y de excelente calidad. Una de ellas es Borgen, producida por la radiotelevisión pública danesa, Denmarks Radio. Borgen está disponible en español en el paquete de series de Movistar+.

Sinopsis

La historia comienza tras las elecciones generales de Dinamarca, donde el gobernante partido liberal pierde la mayoría. Ante este escenario, laboristas y moderados, segundos y terceros en las elecciones, negocian la formación de un nuevo gobierno. Pero contra todo pronóstico es nuestra protagonista, la líder del Partido Moderado, tercero en las elecciones, quien consigue el cargo de Primer Ministro. De esta manera, Birgitte Nyborg (Sidse Babett Knudsen) se convierte en la primera mujer en acceder al cargo de Primera Ministra del Reino de Dinamarca.

Los inconvenientes del poder

El primer inconveniente del poder es la dificultad para conciliar la vida familiar y profesional. Ya hablaba de conciliación y horarios en éste artículo del blog. Pero en el caso de una Primera Ministra, la dificultad es más acentuada que para alguien con menor responsabilidad. En primer lugar, las obligaciones del cargo le exigen una dedicación de 24h al día y 365 días al año. Ello significa dejar «colgado» al  marido en una cena si es necesario. O ausentarte de la actuación de tus hijos en el colegio, pese a haberles prometido que no te la ibas a perder. Y esto tarde o temprano acarrea problemas familiares.

Birgitte Nyborg con su familia en "Borgen" Foto: BBC
Birgitte Nyborg con su familia en «Borgen» Foto: BBC

Luego está la completa pérdida de privacidad, tanto del político como de su familia. La enfermedad de un hijo, o el nuevo puesto de trabajo se pueden convertir rápidamente en un escándalo de repercusión nacional. Y claro, no todo el mundo está dispuesto a soportarlo.

Tras ver las tres temporadas de Borgen, y ver la historia desde el otro lado, quisiera abrir una reflexión. Entiendo que la necesaria transparencia exige que ciertos aspectos de la vida de un político estén supervisados por la opinión pública. Pero de ahí al acoso que sufren algunos políticos, como el escrache que sufrió Soraya Sáenz de Santamaría en su casa, hay un trecho. Es necesario abrir un debate y encontrar dónde situar la línea que separa la transparencia del respeto a la vida privada. Y en el caso de la vida privada de familiares, especialmente los niños, debería estar protegida por ley.

Los gobiernos de coalición

Aunque la época de las mayorías absolutas en España parece haber quedado atrás, continúan predominando gobiernos monocolor. El Gobierno de España, pese a necesitar apoyos de otras fuerzas en el parlamento, está formado íntegramente por miembros del PP. Hasta la fecha, todos los ejecutivos han sido formados por miembros del mismo partido (UCD, PSOE y PP). En Cataluña, gobiernan el PDECat de Puigdemont y ERC, pero ya se presentaron juntos a las elecciones. El gobierno de coalición más importante es el de la Generalitat Valenciana, donde gobiernan el PSPV-PSOE y Compromís. También el Ayuntamiento de Barcelona es gobernado en coalición, entre Barcelona en Comú y el PSC.

Sin embargo, en el resto de Europa, los gobiernos de coalición son lo más habitual. Sin ir más lejos, la propia Comisión Europea está gobernada por una coalición entre el EPP (populares) y el PES (socialistas). Países como Alemania (CDU-SPD), Austria (SPÖ-ÖVP) y los Países Bajos (VVD-PvdA), por ejemplo, están gobernados por gobiernos de coalición. Y la Dinamarca de Borgen no es una excepción.

Birgitte Nyborg visitando a las tropas danesas en "Borgen". Foto: Independent.co.uk
Birgitte Nyborg visitando a las tropas danesas en «Borgen». Foto: Independent.co.uk

En la serie, las elecciones arrojan un parlamento muy fragmentado. Los Laboristas, partido más votado, tiene una mayoría de 35/179. Esto les obliga a formar no ya un gobierno en coalición, sino un tripartito entre laboristas, moderados y verdes. Y necesitados del apoyo externo de dos partidos pequeños. Un panorama que hace muy complicado el equilibrio de poder dentro del propio gabinete. Y la posición de nuestra protagonista, Birgitte Nyborg, siempre estará en la cuerda floja.

Lección aprendida: coalición no siempre es mejor

En este caso aprendemos que un gobierno de coalición no es mejor por definición. En Borgen se pierde mucho tiempo (y muchas oportunidades) en batallas internas y en luchas de poder. Sin lealtad y sin un proyecto común, un gobierno de coalición está condenado al fracaso. Gobiernos de coalición que hayan fracasado en la vida real hay muchos. Todos tenemos presente el gran fracaso del tripartit en Catalunya, tanto en la versión Maragall como la de Montilla.

Sin embargo, hay razón para el optimismo. La «Große Koalition» alemana presidida por Angela Merkel está dando buenos resultados, si exceptuamos la crisis de los refugiados y los recientes atentados terroristas. Incluso partidos tan diferentes, como el PSC, el PP y Unió, gobiernan en Tarragona satisfactoriamente. La clave del éxito: un proyecto común y lealtad entre las partes.

¿Merece la pena la ambigüedad en política?

En la serie, Birgitte Nyborg se encuentra ante el desafío de fundar un nuevo partido, los Nuevos Demócratas. Pese a una buena respuesta inicial de la ciudadanía, se presenta un problema. Y es que muchos de los que se han acercado al nuevo partido ni siquiera tienen clara la ideología de éste. En un episodio, una colaboradora le pide a Birgitte defender en un debate una postura crítica con el aborto. Esto contrasta con la postura del partido, que es exactamente la contraria. El desenlace de la historia lo encontramos en la tercera temporada de Borgen.

La formación de nuevos partidos es algo que hemos vivido recientemente en la política española. Ambos partidos sufrieron el mismo problema que sufrió Birgitte cuando creó los Nuevos Demócratas. Muchos se acercaron inicialmente a estos nuevos partidos motivados por la ilusión de cambio. O de lucha contra el «establishment». O simplemente, por apuntarse a la moda. Pero sin tener clara la ideología, o qué principios y valores defienden. Y por supuesto, estos partidos de nuevo cuño se aprovechan de la falta de información de los votantes para conseguir rédito electoral.

Birgitte Nyborg con su asesora Katrine Fønsmark. Foto:Filmaffinity
Birgitte Nyborg con su asesora Katrine Fønsmark. Foto:Filmaffinity

Lección aprendida: Por qué no se puede contentar a todos en política

Por ejemplo vamos a explicar el caso de Podemos. Tras el éxito en las elecciones europeas de 2014, fueron muchos los que se interesaron por la nueva formación política. En 2014 el propio Pablo Iglesias decía que Podemos no era «ni de izquierdas ni de derechas«. Como todos sabemos, en las Elecciones Generales de 2016, Podemos se presentó en coalición con Izquierda Unida. Hoy en día tenemos clara la posición en el espectro ideológico del partido de los círculos, pero en 2014 no era así. Como digo más arriba, es imposible contentar a todo el mundo… pero algunos saben aprovecharse de ello.

Quizá el caso más paradigmático es el de Ciudadanos. Pese a que se definían como un partido de centro-izquierda, el 40% de la sociedad les percibe como un partido de derechas. Ellos se definen como un partido de «centro». De esta manera pueden acercarse tanto al votante de izquierdas como al de derechas.

¿El resultado? Que esta indefinición ideológica, este deseo de contentar a todo el mundo, puede funcionar a corto plazo. Pero a largo plazo esta ambigüedad táctica aboca al fracaso. Coaligarse con el viejo Partido Comunista le hizo perder 1 millón de votos a Podemos. Ciudadanos se dejó 8 escaños al pactar con el centro izquierda de Pedro Sánchez.

La conclusión. Si se quiere un proyecto sólido a medio y largo plazo, es la mejor opción es ser claro y coherente con los valores que se defienden. Aunque se tarde un poco más en crecer. Y aunque no se pueda contentar a todo el mundo.

Hasta aquí nuestras tres lecciones aprendidas de «Borgen». Os animo a dejar vuestras impresiones en comentarios. Gracias.

2 comentarios en «Tres lecciones aprendidas de Borgen»

  • ¿la señora ministra danesa no tiene marido para ayudarla en el cuidado de los hijos da ambos ?
    Me gusta tu conclusión,Espero que Cataluña cresca defendiendo sus proyectos ,sus valores ….

    Respuesta
    • La Primera Ministra tiene un marido e incluso una persona contratada que ayuda con el cuidado de los hijos. Pero la ausencia de una madre (o de un padre) en los acontecimientos importantes en la infancia de sus hijos terminará marcando. No quiero comentar más por no desvelar la trama de la serie… pero digamos que al final estos y otros problemas acaban haciendo que no haya vuelta atrás.

      Respuesta

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